Aunque por fuera todo parece apacible, algún día volverá a entrar en erupción. Con gran furia arrojará rocas y cenizas y destruirá todo lo que crece y vive en sus inmediaciones. En el tercer volcán no hay vegetación ni fauna, pues está activo. Constantemente despide gases sulfurosos y lava hirviente que destruye todo a su paso.La ira es semejante a un volcán. La frustración bulle por dentro, y cuando se desata hace daño y provoca dolor.
A veces la exteriorizamos cuando estamos contrariados o nos sentimos incomprendidos, como si fuéramos un volcán activo. De nuestra boca brotan palabras encendidas que hacen daño a las personas contra quienes las arrojamos.En otros casos reprimimos el enojo y vacilamos a la hora de comunicar sinceramente lo que nos molesta o irrita. Poco a poco la exasperación va in crescendo, como el magma sometido a una presión cada vez mayor en el seno de un volcán inactivo, hasta que un buen día damos rienda suelta a la ira y explotamos con palabras hirientes y actos desconsiderados.
Un versículo de los Proverbios dice: «El hermano ofendido es más tenaz que una ciudad fuerte, y las contiendas de los hermanos son como cerrojos de alcázar» (Proverbios 18:19). Al final la cólera levanta barreras entre nosotros y los seres que nos aman, y terminamos por hacernos daño más que nada a nosotros mismos.
Lo bueno es que es posible disipar la ira dejando que el Espíritu de Dios obre en nosotros, nos haga ver las cosas desde su perspectiva y enfríe ese ardiente magma que es el espíritu de enojo.La próxima vez que estés a punto de perder la paciencia, opta por no reprimirte ni explotar. Respira hondo. Espera antes de expresar lo que te molesta. Ora. Pide a Dios que ponga paz en tu espíritu. A la larga es posible que tengas que hablar con la persona que te contrarió, pero aguarda hasta que te hayas serenado y puedas expresar tus sentimientos con cuidado. Trata a los demás como te gustaría que te trataran a ti (Mateo 7:12). Serás mucho más feliz.
No comments:
Post a Comment